Goldman Sachs presentó un informe en el que se concluye que el cobre tendrá un papel preponderante en la tarea de lograr la descarbonización y dejar el petróleo de lado, para adoptar fuentes de energías renovables.

Algunas señales demuestran la importancia del cobre en el contexto actual. Hoy el mercado enfrenta una crisis del suministro, que podría elevar su precio hasta en un 60 % en los próximos 4 años, según el informe.

Así las cosas, de acuerdo con lo expresado por el banco, debido a la escasa oferta el precio podría pasar de 9.000 a 15.000 dólares por tonelada en 2025.

El jefe del equipo de analistas de Goldman aseguró que el cobre es un metal fundamental para crear, almacenar y distribuir las llamadas energías renovables, como la solar o eólica. Esto, teniendo en cuenta que posee los atributos físicos necesarios, lo que podría significar que el cobre es el nuevo petróleo.

Lo han subvalorado

En el informe van más allá y aseguran que, sin un aumento en el uso de cobre y otros metales clave, la sustitución de petróleo por energías renovables simplemente no sucederá.

El documento también advierte que el mundo no le ha dado la suficiente importancia al cobre ni a su eventual papel para la fabricación de los nuevos sistemas de infraestructura que soportarán las energías limpias que buscan reemplazar en varias décadas al petróleo y al gas.

Además, vale la pena destacar que el cobre será un metal clave para el desarrollo de, por ejemplo, las baterías de los vehículos eléctricos.

Goldman estima que si las energías limpias continúan su masificación, la demanda se podría multiplicar hasta por 9 veces, lo que representaría casi 9 millones de toneladas para 2030. De igual forma, en el peor de los casos, la demanda podría aumentar hasta 6 veces.

¿Estamos preparados?

Pese a estas buenas proyecciones, el informe también advierte que el mercado actual del cobre no está preparado para soportar la creciente demanda, y explican que es por este motivo que el precio del cobre ha aumentado un 80 % en el último año.

Explican –además– que esta no es una situación que se pueda solucionar en el corto plazo, pues la expansión de las minas y la consolidación de nuevas producciones puede tomar años, por lo que vaticinan una eventual escasez de este metal. En consecuencia, hicieron un llamado para fomentar la inversión.

“Se estima una brecha de suministro –a largo plazo– de 8,2 millones de toneladas para 2030, es decir, el doble del tamaño de la brecha que desencadenó el mercado alcista del cobre desde el año 2000″, dice el informe.

Para complicar aún más el panorama, la producción de cobre disminuyó. Esto, por las restricciones que ha causado la pandemia. Actualmente, países como Perú y Chile se destacan como los mayores productores a nivel mundial.

En Colombia se están dando avances importantes en esta materia. Por ejemplo, con el desarrollo del proyecto Quebradona, en Jericó (Antioquia), que está surtiendo los trámites para obtener la licencia ambiental.

La inversión en Quebradona superaría los 1.500 millones de dólares y, según explicó AngloGold Ashanti, sería la mina de cobre mas moderna de Colombia e incluso de la región.

Muy atractivo

Bajo este panorama, el cobre se convierte en un metal atractivo para el país, sobre todo si se tiene en cuenta el panorama del carbón en Colombia, que se ha visto afectado por una sustancial caída en la demanda. Solo basta con ver la salida de la poderosa multinacional Glencore, que devolvió los títulos mineros en el Cesar.

Y es que es poco lo que se conoce en el país en lo que se refiere al cobre. Según la ACM, Colombia produce solo 10.000 toneladas de cobre al año, con la minera El Roble, en el Chocó. Con la entrada de Quebradona, a partir de 2025 se podrían producir más de 70.000 toneladas por año, por lo que se multiplicaría por más de siete la producción actual.

De esa manera, el proyecto Quebradona podría ser el punto de partida para que el país entre a las grandes ligas de la producción de cobre, como ocurre en Chile y Perú. Esto, sin duda, representa una gran oportunidad para conseguir los recursos que se dejarían de percibir en la medida en que el mundo empiece a demandar menos combustibles fósiles.

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